Lo que pretendo ilustrar con esta serie de artículos es cómo, a partir de las prácticas de tales mercaderes del dinero (los cambistas), el modo de producción medieval fue abriéndose al comercio a gran escala. Este cambio supondría, con el devenir del tiempo, el derrumbe del mundo del medioevo y la apertura a la Edad Moderna.
Índice del artículo
Ingresos procedentes de los cambios
En el post sobre los cambios de moneda vimos un ejemplo de cambio por el que un mercader cambiaba moneda del Reino de Valencia por moneda de la Serenísima República de Génova.
Se trataba de nuestro protagonista, Cesare Montaldo, que se dirigía como todos los días a la Piazza Banchi acarreando su cofre de caudales para cambiar moneda con marineros y comerciantes exranjeros.
Tras llegar a su mesa de cambio y colocar el cofre se encontró con Bernat Saurí, mercader de Valencia, que necesitaba cambiar 100 florines por moneda de curso legal en la ciudad. Como vimos, Cesare entregó 84 ducados genoveses de oro y se embolsó una comisión de 55 libras genovesas (o liras a secas). Para simplificar, no tendremos en cuenta los sueldos y los dineros. Sólo consideraremos las liras.
Contablemente, Cesare debe mantener una cuenta abierta en moneda local (liras) que, obviamente no está afectada por el tipo de cambio de la moneda. Y otra cuenta para cada divisa que disponga. Éstas sí que están afectadas por las fluctuaciones del precio del oro y la plata ya que la paridad de los cambios varía con los metales preciosos.
El libro Diario de Cesare quedará así por la operación de cambio:
Operación | Debe | Cuenta | A Cuenta | Haber |
---|---|---|---|---|
Cambio por 100 florines valencianos a razón de 1 grano de oro por 3s 6d. | 1172 liras | Caja Reino de Valencia | a Caja Genova | 1117 liras |
Ingresos por cambio | 55 liras | |||
Los 100 florines se ingresan en la cuenta de caja en moneda del Reino de Valencia. Pero, contablemente, debemos anotar su contravalor en liras (la moneda funcional o de cuenta). En paridad, los 100 florines equivalen a 1172 liras según el precio del oro y de la plata finas vigente en ese momento (1 grano de oro fino a 3 soldi y 6 denari).
La salida de caja se hace en moneda genovesa corriente: los 84 ducados, cuyo contravalor en moneda de cuenta es de 1117 liras. Las 55 liras restantes es el beneficio obtenido por el cambista en concepto de comisión, que se contabiliza en una cuenta de ingresos.
Es importante recordar que el cambio es una transacción permitida y aprobada por la Iglesia, no como los préstamos con interés que tenían fuertes limitaciones.
También debemos tener en cuenta que los sistemas monetarios eran dobles: uno para las monedas de cuenta (funcionales o ficticias) y otro para las monedas efectivas o de curso legal.
Por ejemplo, en 1739 en Génova disponían de las siguientes monedas de curso legal (entre paréntesis se indica la equivalencia en moneda contable liras y sueldos):
- De oro: Dobla (23lb 12s), escudo de oro (11lb 16s) y ducado cequino (13lb 10s)
- De plata: escudo de plata (9lb 10s), Giambatista (9lb), Giorgino (1lb 6s)
- De vellón y cobre: Madonninas, cabalettos, soldi correnti y denari correnti (no se indican los cambios).
Aunque son datos muy posteriores, podemos suponer que en la Edad Media la situación era muy parecida.
Variación del tipo de cambio
En el momento en que el precio del oro y la plata fina varíen en el mercado se producirá un beneficio o pérdida para el cambista ya que mantiene cuentas en divisas que están afectadas por tales fluctuaciones. Contablemente, ¿cómo se reflejarán estas variaciones en el tipo de cambio de las monedas?
Al inicio del ejercicio, se realiza un arqueo de caja en la divisa correspondiente. La caja en moneda del Reino de Valencia del ejemplo sólo contiene los 100 florines que vimos. Y su contravalor se calculó a razón de 1 grano de oro fino por 3 sueldos y 6 dineros, resultando 1172 liras.
Supongamos que un tiempo después entra en el puerto un gran cargamento de oro que hace que el precio de mercado baje a 3 sueldos y 2 dineros por cada grano de oro puro. Esto repercutirá inmediatamente en el valor de los activos del cambista ya que todas las cajas en divisa extranjera van a tener pérdidas por efecto del cambio.
El cambista realizará arqueo de todas las cajas en divisa y calculará los contravalores en moneda funcional. Así, los 100 florines que valían 1172 liras, tras recalcular el contravalor con el nuevo tipo de cambio, resulta que contablemente valen 1060 liras (despreciando unidades menores para simplificar). La caja en moneda valenciana ha disminuido en 112 liras. Esta diferencia será anotadas como una pérdida (si hubiera subido el precio, sería una ganancia).
El libro Diario quedaría así:
Operación | Debe | Cuenta | A Cuenta | Haber |
---|---|---|---|---|
Variación en el tipo de cambio a razón de 1 grano de oro por 3s 2d | 112 liras | Diferencia negativa de cambio | a Caja Reino de Valencia | 112 liras |
Y el libro Mayor:
Caja Reino de Valencia (en liras) | Debe | Haber |
---|---|---|
Cambio de 100 florines a 3s 6d por grano | 1172 | |
Variación en el tipo de cambio 3s 2d por grano | 112 | |
SALDO EN LA CAJA DE CESARE | 1060 |
Problemas con el modelo de negocio
Pero este modelo de negocio tenía dos problemas: uno de liquidez y otro de reciclaje. En efecto, a la vista de la contabilidad podemos suponer que, tras muchos cambios, el saldo de la caja en moneda local irá disminuyendo. Y, al mismo tiempo, los saldos de las cajas en divisa extranjera irán aumentando.
El negocio dará beneficios mientras el precio del metal precioso lo permita. Sin embargo, llegará un momento en el que nos quedemos sin moneda local para cambiar. En ese momento dispondremos de capital (patrimonio neto positivo) pero careceremos de liquidez (saldo en caja cero). Esto es lógico ya que el activo más líquido (el dinero en efectivo) se está transformando en otros activos de liquidez menor (la divisa extranjera).
Si Cesare no quiere verse obligado a colocar el cartel de «cerrado por falta de existencias» necesita encontrar una forma de reciclar el excedente de divisa en moneda genovesa para mantener el negocio en marcha.
Las cecas
Uno de los sitios donde se podían reciclar monedas de otros países era en las cecas. Las cecas, básicamente, eran orfebrerías especializadas en la acuñación de moneda.
Allí, se podía llevar el excedente de moneda extranjera para convertirlo en moneda local de curso legal en el territorio en cuestión. Esta era una práctica común, como queda atestiguado en este artículo de Ruth Pliego que describe el funcionamiento de las cecas en los reinos visigodos de la península iberica.
Pero, para desgracia de Cesare, no es oro todo lo que reluce… La acuñación de moneda es un privilegio del Estado por el que se debe pagar. Es el conocido como «derecho de señoreaje«.
Y, por otra parte, existe una cuestión de naturaleza química. No todas las monedas son de metal precioso puro. Muchas (la mayoría) emplean aleaciones de diversos metales que no se podían separar con los procedimientos químicos de la época sin tener grandes pérdidas. Esto hacía que la nueva acuñación no fuese una opción viable a largo plazo.
Nuestro Cesare cada vez tiene más problemas. Los beneficios se los están llevando los impuestos y el precio de las materias primas en los mercados (pues sí; esto también pasaba en la Edad Media). Era necesario encontrar una nueva fuente de moneda local para mantener el negocio en pie.
[…] vimos en el anterior post de la serie, el negocio del cambio de moneda tiene un defecto grave: necesita proveerse de moneda local para […]