
La Bella Virgen de Regensburg (Ratisbona). Este cuadro data de 1520, cuando la ciudad de todavía era católica. En 1542, la ciudad adoptó la Reforma Protestante. Esta ciudad, pocos años después, alumbraría el nacimiento de Don Juan de Austria, hijo ilegítimo del Emperador Carlos y Bárbara Blomberg.
La tesis que he estudiado a lo largo de artículos anteriores es que el proceso de acumulación de capital, vinculado a la actividad comercial, tuvo como consecuencia el fin de la sociedad feudal.
¿Pero cómo pudo ocurrir algo así? Es bien conocido que la sociedad feudal era un sistema especialmente estable. Esto se puede comprobar en los artículos que he dedicado en el blog a su organización en estamentos y en unidades económicas autónomas (feudos y burgos).
El elemento que empezó a disolver esta sociedad tan estable fue el comercio y sus prácticas asociadas. Muy ligada a la actividad comercial estuvo la artesanía y la incipiente industria. De ello hablaremos en las próximas entradas.
Índice del artículo
El feudo como unidad económica
En los diversos tipos de feudos medievales, la base de la economía era la agricultura practicada por los campesinos libres o en régimen servil. En esta entrada del blog se comenta con más profundidad el modo de vida de las gentes comunes que habitaban en ellos.
Como el feudo era más o menos autosuficiente, habían artesanos que procuraban el suministro de los objetos necesarios para las tareas agrícolas y para satisfacer las necesidades básicas de la población. Estos artesanos vivían en las aldeas, junto con el campesinado, y normalmente compartían las tareas agrícolas con ellos.
En las villas y ciudades más grandes habitaban artesanos de mayor especialización que elaboraban productos más dirigidos al consumo del estamento noble: orfebres, joyeros, sastres y tintoreros, por ejemplo.
El término autosuficiencia no debe entenderse literalmente. Ningún feudo era completamente autárquico. Sobre todo en los bienes de consumo para el estamento nobiliario o eclesiástico. Para estos clientes “de alto estanding” sí que existía un mercado de productos de alto valor, fácilmente transportables, que los comerciantes aprovecharon para ir eliminando algunos de los privilegios feudales.
Pero para los alimentos básicos y los bienes corrientes destinados al sustento de los habitantes de clase baja, todo empezaba y acababa dentro de las fronteras del feudo.
Los burgos
Las ciudades medievales eran entidades muy heterogéneas en tamaño y naturaleza política como pudimos comprobar en esta entrada. Pero desde el punto de vista de la artesanía y comercio, podemos distinguir dos situaciones: las villas o burgos mal comunicados y las ciudades comerciales cercanas a la costa (o con fácil acceso como Florencia, por ejemplo).
Las primeras, al igual que los típicos feudos, tendían a ser autárquicas. Su producción se destinaba al consumo interno, con la posible excepción de los productos destinados a las clases altas. Digamos que eran lugares tan feudales como cualquier otro, con su territorio de alfoz y su naturaleza rural más vigente que nunca.
Las segundas, en cambio, poseían en el comercio un elemento diferenciador. No perdamos de vista que también tenían un marcado carácter rural, como toda Europa a lo largo de la Edad Media, pero se orientaban hacia la actividad comercial debido a que fabricaban productos con cierta demanda más allá de sus murallas.
La actividad comercial permitió el surgimiento de una especie de patriciado urbano que basaba riqueza en actividades ajenas al mundo rural. El comercio, por su naturaleza, exigía que la ciudad comercial se abriese y contactase con otras para que la riqueza fluyese de manera continua.
Este incremento del comercio permitió el surgimiento de nuevas profesiones y prácticas ligadas al ámbito urbano que dieron el impulso definitivo para superar los modos de producción feudales. Me refiero a cambistas y mercaderes profesionales, que con sus innovaciones dieron origen a la industria del dinero.
El comercio en la Edad Media
Hemos dicho que el comercio fue el motor que puso en marcha el fin de la Edad Media, pero no hemos hablado de qué es lo que se comerciaba ni de cómo se elaboraban esos productos.
Sabemos que las comunicaciones por tierra eran difíciles y lentas. Esto excluye el tráfico de mercancías de gran volumen, o de bajo valor. No sale a cuenta transportar cosas de las que se obtiene poco beneficio.
Por otra parte, los feudos son autosuficientes. Esto significa que no necesitan alimentos básicos (cereales u otras especies como el alforfón ) o elementos manufacturados de baja especialización (cestería o alfarería).
Los encargados de gestionar el tráfico de mercancías serán los mecaderes, que surgirán como una subgrupo especializado en el comercio dentro del tercer estamento y ligado al ambiente urbano. Otras profesiones urbanas ligadas al comercio serán notarios, abogados y cambistas. Aquí escribí más sobre estas profesiones nacidas en el burgo medieval.
Por tanto, el comercio medieval se configurará como una red por la que circularán ciertas mercancías. Los nodos principales de la red lo constituirán las ferias (Troyes, Medina del Campo, …) y las ciudades comerciales (Valencia, Barcelona, Génova, Amberes,…). En todos ellos la riqueza asociada al comercio comenzará a fluir y a acumularse de un modo diferente a los feudos.
La circulación del dinero en la Edad Media
Queda claro que en esa red circulan mercancías. Pero ¿circula también el dinero? Esta es una cuestión de capital importancia para entender el fin de la Edad Media.
Hace tiempo escribí sobre el origen y la evolución del dinero. Todas las formas de dinero deben cumplir tres funciones:
- Medio de intercambio para facilitar las transacciones. Para ello necesita ser aceptado de forma universal, fácilmente transportable, divisible, imperecedero y de difícil falsificación.
- Unidad de valor que permitirá un sistema de fijación de precios para los intercambios.
- Depósito de valor. Imprescindible para permitir su acumulación y futuro uso. En el siglo XIII, Santo Tomás y los escolásticos, lo consideraban peligroso porque inducía a la avaricia. Un siglo después, Nicolás de Oresme cambió de punto de vista. El dinero como depósito de valor pasó a favorecer la virtud del ahorro. En fin, curiosidades medievales…
Por supuesto, desde tiempos inmemoriales el dinero era metal precioso amonedado. Pero, desde el momento en que los gobernantes descubrieron que se podía envilecer formando aleaciones, las monedas se convirtieron en un tipo de dinero fiduciario. Así, las monedas de mejor ley (los florines de Florencia, por ejemplo) eran considerados un dinero fíat muy confiable por su elevado contenido en oro. En el extremo se sitúa el papel-moneda que circulaba en el Imperio chino. Se trataba de una moneda 100% fiduciaria. Os dejo más información sobre los cambios de moneda en este enlace.
Pero, repito la pregunta, en las redes comerciales europeas ¿circulaba el dinero en forma de metal amonedado? Pues no. Lo que circulaban eran las antecesoras de las letras de cambio.
La escasez y el difícil acceso al metal precioso, junto a su complicado y peligroso transporte espolearon la imaginación de los mercaderes y los cambistas para crear nuevos instrumentos comerciales basados que necesitaban unas instituciones de nueva creación: los bancos. A este tema le dediqué dos series de artículos el nacimiento del negocio del dinero y el origen de la banca medieval.
La suma de estas innovaciones y nuevas practicas comerciales dieron origen a algo nuevo: la economía financiera.
Esta pequeña introducción servirá como punto de partida para estudiar las manufacturas y las industrias durante la Edad Moderna y el Antiguo Régimen. De este modo podremos comprender cómo Europa desembocó en la Revolución Industrial.
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Hacia la Revolución Industrial (I) – Tránsito del medievo a la Edad Moderna