Otra vez el principio del principio
Como dice Pisitófilos: «Hubo un día, en el neolítico, en el que se trabajó para tener algo más de lo que se consumía. Ahí comienza la historia.» En realidad no fue en el neolítico sino mucho, mucho antes con las primeras sociedades de cazadores recolectores. El excededente obtenido con trabajo personal podía almacenarse o intercambiarse por otras cosas de valor.
Con la aparición del dinero-mercancía hecho con metales preciosos ocurrió algo muy interesante. Mediante el concepto de salario, se podía convertir el trabajo de una persona en dinero. Y como el dinero era acumulable y actuaba como reserva de valor, resultó que el trabajo de las personas se podía acumular en forma de dinero.
Las personas podía cultivar nabos, fabricar cerveza, forjar utensilios o comerciar mercancías que podían venderse en los mercados de forma que, una vez descontados los gastos, quedaba un remanente de dinero que podía ser ahorrado.
En lenguaje moderno diríamos que los ingresos obtenidos del trabajo menos los gastos en los que se incurría resultaban en una renta neta. Esta renta, al ser acumulada, es el origen del Capital. En este caso, el trabajo debe ser entendido en sentido amplio. Es un trabajo por cuenta ajena propiamente dicho, es el resultado de una actividad comercial y es también el resultado de la actividad del artesano.
El Capital
Desde un punto de vista contable, tal y como hace Pisitófilos, el Capital es la acumulación de renta neta. Esto es el activo menos el pasivo que darían lugar a un patrimonio neto. En cada ciclo contable, la renta neta resultante se iría acumulando en forma de Capital.
Por tanto, Patrimonio y Capital serían dos formas de referirse a lo mismo. La diferencia entre ambos conceptos sería que, mientras el Capital es una abstracción indivisible, el Patrimonio es una universalidad de bienes, derechos, deudas y obligaciones, y es divisible. Contablemente, además, el Capital se materializará en las diferentes cuentas contables del activo y del pasivo.
Cuando una empresa invierte lo que hace es cambiar un elemento del Activo, el dinero, por otro, una máquina nueva por ejemplo, con el objetivo de reducir gastos y aumentar la renta neta: el Capital. Por otro lado, un préstamo no genera capital. Obtienes dinero líquido, pero como contrapartida tienes la obligación de devolverlo con interés. En realidad eres más pobre que antes. La riqueza se generará (o no) si se consigue ingresar lo suficiente para devolver la deuda y pagar intereses.
Otra matización interesante que hace Pisitófilos se refiere a la relación entre renta y capital, que explica con el ejemplo de una persona que posee obras de arte y vivienda (patrimonio), pero pasa hambre porque no tiene ingresos (renta). Sin ingresos corrientes pero con capital no serás pobre siempre y cuando tengas mecanismos para convertir elementos de tu patrimonio en dinero.
En este sentido, vender es una alteración del patrimonio mediante la que sustituyes elementos del Activo por dinero. Si la venta se realiza con ganancia entonces estamos obteniendo una nueva renta acumulable en Capital. Y, al contrario, si la venta se realiza a pérdidas entonces estamos disminuyendo el Capital.
La lógica del capitalismo
El hecho de que la actividad humana pueda convertirse en dinero y ser acumulada cambió la lógica de las interacciones comerciales. En origen las personas intercambiaban mercancías M y M’ empleando el dinero como intermediario conveniente (M-D-M’).
Esto se refleja muy bien en el mundo medieval. El Señor feudal propietario de un territorio se ocupaba de que los campesinos produjeran alimentos para proporcionar sustento a él y a sus tropas. Los execedentes eran comerciados en los mercados locales para obtener algún producto de lujo y poca cosa más. Era una economía local y poco más que de subsistencia. Pero la posibilidad de acumulación del capital cambió esta mentalidad.
Ahora el objetivo no era intercambiar mercancías, sino reproducir el capital. Un comerciante podía invertir en la adquisición de unas mercancías cualquiera, que sabía que podía vender con beneficio en otra ciudad, las transportaba y así obtenía un dinero mayor que el invertido. La lógica subyacente era comprar para vender después D-M-D’. Se podía incluso ir más lejos. Si se elimina la mercancía intermediaria, podemos dejar sólo el dinero D-D’. Este sería el caso del prestamista.
La nueva lógica queda plasmada admirablemente en un juego llamado Patrician III: El imperio de los mares. El comerciante ni necesita ni le importan las mercancías, lo único que pretende es hacerlas llegar a un mercado donde se vendan con beneficio.
Este nuevo sistema económico que emanó de esa lógica se denominó capitalismo mercantilista y fue el responsable de acabar con el sistema feudal vigente desde la caída del Imperio Romano.
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