Al igual que en todas las plazas mediterráneas de importancia, y Génova ciertamente lo era, los cambistas genoveses solían reunirse en la Piazza Banchi a negociar. Ahora examinaremos en detalle su modelo de negocio.
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La profesión de cambista
En la plaza, junto con la moneda local, aparecían divisas de todos aquellos lugares con los que los comerciantes locales tenían relación. El cambista es el mercader que facilita el intercambio de las diferentes monedas obteniendo, por ello, una comisión.
Cuando hablamos de los sistemas monetarios medievales pudimos comprobar que, en ese contexto, el cambio de moneda no se trata de un tema sencillo.
Toda moneda posee un valor nominal, que el es asignado por la autoridad que la acuña, y un valor real o intrínseco que depende de la ley del de metal precioso que contiene. La cosa se complica cuando tenemos en cuenta que el valor nominal está expresado en unas unidades ficticias (o de cuenta) que varían de un territorio a otro. Y que el peso del metal está expresado en otras unidades de masa que también difieren entre territorios. Por otra parte, las monedas físicas en circulación se fabricaban con aleaciones de mayor o menor pureza que influían en el tipo de cambio.
Veámoslo con un ejemplo. Supongamos que un mercader valenciano arriba a Génova y pretende cambiar florines valencianos por moneda local equivalente. En Génova, la moneda valenciana no era de curso legal por lo que su único valor lo determinaba la cantidad de oro fino que contenía.
La pureza del oro se medía en quilates. Cada quilate representa la 1/24 parte de la masa total de la aleación que compone el metal. Así, el oro de 24 quilates es el metal puro u oro fino. El oro de 18 quilates tiene una pureza del 75%.
Los cambistas mantenían redes de corresponsales en las principales plazas comerciales por lo que sabían el valor nominal, el peso teórico de cada moneda y la pureza teórica de la aleación. De esta forma podían conocer que un florín valenciano debía contener en teoría una determinada cantidad de oro fino medida en granos de Génova (o en el sistema de unidades de masa que emplease).
En nuestro ejemplo supondremos que cada florín contenía 67 granos de oro fino. Esta suposición no está muy alejada de la realidad ya que hoy en día sabemos que esta moneda contenía 3,35 gramos de oro.
La paridad de la moneda
La moneda de cuenta en la plaza era la libra genovesa (lira), cada lira se dividía en 20 sueldos (soldi) y cada uno de ellos en 12 dineros (denari di lira). Así, la lira di genoa equivalía a 240 denari di lira.
Por otra parte, el cambista conocía la cotización del oro fino en la plaza. Es decir, el precio de cada grano de oro fino en soldi y denari de lira en la plaza de Génova. Continuando con nuestro ejemplo, el día del cambio cada grano de oro fino cotizaba a 3 soldi y 6 denari.
A partir de aquí se establecía la paridad o equivalencia del florín con la moneda genovesa, resultando que el florín de 67 granos de oro fino equivalía a 11 lire, 14 soldi y 6 denari.
Con este conocimiento, nuestro cambista genovés pesaba las monedas que el mercader traía para comprobar que el peso se correspondía con el teórico. De esta forma se detectaban falsificaciones y se podía establecer la paridad con mayor precisión ya que cada grano que faltaba del total teórico se restaba del cambio entregado al mercader.
Por los 100 florines debieran haberse obtenido 6700 granos de oro fino. Sin embargo, alguno estaba un poco deteriorado y tras la pesada han resultado 6655 granos. Por tanto, el cambio teórico sería de 1164 lire, 12 soldi y 6 denari.
A partir de aquí, entran en juego las fuerzas del mercado. Si se trata de una moneda que es relativamente abundante en la plaza o es difícil de colocar porque tiene una ley baja, el cambista ofrecerá un tipo de cambio muy desfavorable para el mercader.
Si la moneda es relativamente escasa y/o es fácil de colocar, mejorará el tipo de cambio. Los florines valencianos eran de oro de 24 quilates, por tanto muy apreciados en cualquier plaza europea.
Cuando el cambista ofrece el cambio al mercader ya ha descontado los granos de oro fino que faltan de las monedas y sólo falta descontar su comisión. El resultado es un tipo bastante por debajo de la paridad. La diferencia será el beneficio obtenido por el cambista en la operación.
El beneficio del cambista
Por los 100 florines debieran haberse obtenido 6700 granos de oro fino, que en paridad tendrían un valor contable de 1172 lire y 10 soldi. Sin embargo, alguno de ellos estaba un poco deteriorado por lo que, tras la pesada, se han restado algunos granos del cambio total. Además debe descontarse la comisión.
El cambista entrega al mercader moneda local 84 ducados cequinos de oro de curso legal en la República de Génova que tienen un valor contable de 1117 lire y 4 soldi. Y se embolsa una comisión de 55 lire y 6 soldi. En esta comisión también está incluido el descuento por el deterioro de las monedas. En total ha ganado aproximadamente un 5% de la cantidad cambiada, lo que no está mal.
Estos números son ejemplos ficticios pensados para ilustrar. Mi idea era poner un ejemplo más realista, pero me ha resultado imposible debido a que las únicas fuentes que he encontrado sobre los cambios de moneda datan de 1739 y de 1838. Por otra parte, las técnicas aritméticas de los cambistas estaban mucho menos desarrolladas que hoy en día, por lo que muchas de las paridades empleadas eran incorrectas, tal y como apunta Jordi Ventura en su artículo «Equivalencia de las monedas castellanas en la Corona de Aragón, en tiempos de Fernando el Católico«.
La realidad es todavía más complicada
Hemos visto que este cambio de monedas se basaba en el oro. Pero, como sabemos, también se empleaban monedas de plata, aleaciones (el vellón) y el cobre. Estos dos últimos metales quedaban como moneda del pueblo llano, para sus transacciones diarias. El oro y la plata se reservaba al comercio internacional y para los príncipes.
El fundamento del cambio está en la paridad entre el valor del oro fino que contenía la moneda y el que se podía adquirir en el mercado. Pero claro, podía ocurrir que el precio de la plata en la plaza bajase y por el mismo oro comprar más plata fina, que acuñada en monedas diese un cambio más favorable.
Para evitar estas especulaciones, los cambistas solían calcular la paridad de las monedas basándose en el precio en la plaza del oro y la plata. Se calculaban los dos tipos de cambio y se ofrecía la media entre los dos. De este modo ni cambista ni mercader salían perjudicados del negocio.
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